Imagina:
Poco
a poco y casi sin darnos cuenta la luz cambia tenuemente de color y el sonido
envolvente de la noche cambia con los enloquecedores piares de miles de
pequeños habitantes alados que nos dan los buenos días. Un día que aún no ha
llegado pero que empieza a asomarse tras las dulces lomas de las montañas.
La
noche, con esa mezcla de magia y excitación que produce, nos invita a pasear, a
descubrir que ocurre mientras dormimos, a descubrir que se oculta bajo el
oscuro manto de las sombras.
La
luna llena ha salido a nuestro encuentro, se encuentra en lo más alto,
brillante y hermosa como ninguna. Aquí en el suelo, donde nos encontramos casi
no parece de noche ¡hay tanta luz! Pero no es dorada como la del sol sino color
de plata. La luna se multiplica reflejada en el río y mientras admiramos la
belleza del paisaje nocturno nuestro espíritu se encoge ante los posibles
peligros. La noche, la madrugada produce ese efecto, el de provocarnos una
especie de miedo a la par que seducción que juega irremediablemente con el ritmo
de los latidos de nuestro corazón.
Pero
no hay peligro, solo el sonido del Búho real, del Búho chico, de la lechuza que
acechan a Ratoncillos de campo y a Lirones caretos. El chapotear de los peces
saltarines que suben hasta la superficie en busca de algún insecto y tal vez el
rebuscar incesante de algún Jabalí solitario.
El
ambiente está seco pero la noche nos regala su frescura y la gineta aprovecha
para salir a cazar pequeños mamíferos con los que alimentar a su prole.
El
Lince Ibérico huyendo de las calores se ha pasado el día sesteando en alguna
sombra, dejando para estas horas la ardua tarea de cazar, prefiere un pequeño
conejo tierno y jugoso, pero tampoco le hará feos a algún pato despistado.
Los
Ciervos y Gamos aprovechan su hora favorita para acercarse a las planicies y
comer la hierba fresca bañada por el rocío. Las mariposas comienzan a volar,
grandes y pequeñas, de mil formas y colores, llenando el paisaje y
transformándolo en luz y alegría.
El
sol se despierta, renace en el horizonte y nos da los buenos días en plena
naturaleza. El campo rebosa olores y colores, es fácil sentir la alegría y la
esperanza en ese espíritu que solo unas horas antes permanecía atento y
expectante. Todos los poros de nuestra piel responden a la multitud de
estímulos que el paisaje nos provoca.
Estamos
cansados pero ha merecido la pena. Estamos hambrientos, casi sin darnos cuenta
ha llegado la hora de desayunar, pero esta vez lo vamos a hacer de verdad, como
mandan los cánones, con un buen canto serrano, con aceite de nuestras olivas y
tomates de nuestras huertas. ¿se puede pedir algo más?..........
Te apuntas?
Se puede pedir que salga de una vez por favor.......... quiero vivir esta experiencia en vivo y en directo. Quiero estremecerme a la luz de la luna, quiero en mitad de la noche escuchar a la Sierra de Andújar, quiero olerla y quiero que entre en mi.....
ResponderEliminarUn beso Carlos, magnifica entrada.